Los partidos políticos se han encargado de volatizar el valor de los planes de gobierno y de las promesas electorales: una vez en el poder gobiernan con y para los grupos cercanos a ellos, de espaldas al Perú. Así, terminan repudiados por el pueblo al que engañaron.
Los electores de hoy ya no leen los planes de gobierno ni creen en promesas.
Eso me hace recordar un pasaje de la historia andina.
Un hijo del pueblo regresaba con grados y títulos que los colgó en su sala a vista de todos. En periodo electoral, se juntó con un grupo de paisanos y convocó al pueblo a la plaza mayor.
Denme la oportunidad para trabajar por nuestro pueblo, quiero ser alcalde, ¡ayúdenme!, pidió a sus paisanos. El líder espiritual, el amauta, subió al estrado… el candidato se alegró, aplaudió, y le entregó el micrófono.
Para hacer algo por nuestro pueblo no necesitas ser alcalde. Y si has hecho algo, puede que siendo alcalde multipliques el resultado. Hasta ahora ¿Qué has hecho por el pueblo?
El candidato enmudeció y los pobladores lo dejaron solo con sus sueños.
¿Qué contestarían, ante esta pregunta, los actuales candidatos?